domingo, 4 de diciembre de 2011

Yo solo busco que me tiemblen las piernas.

Esta vez no quiero que seas el chico perfecto. Esta vez lo que quiero es que me levantes la falda cuando yo te lo pida. Quiero que me beses por todo el cuerpo hasta hacerme temblar. Quiero tu pelo revuelto, tus ojos pillines, tus labios burlones.
Quiero que me lleves en moto a donde sea y quiero tu chupa de cuero rodeando mis brazos cada vez que tenga frío.

No, no quiero que me hagas millones de regalos. No quiero que hagas lo que debes sino lo que quieres. Quiero que me guiñes un ojo cada vez que miras a otra y quiero escaparme contigo a cualquier lugar. Quiero hacerlo contigo en cualquier baño público y quiero que me metas en líos porque sé que luego podrás sacarme de ellos.
No quiero tu pelo peinado y perfecto, no quiero tus frases de amor sacadas de cualquier lugar, no quiero tus besitos y tampoco tus buenos modales continuamente.

¿Es que no lo entiendes? Por una vez en mi vida quiero vivir lo prohibido, te quiero tal como eres. Quiero que me digas lo que sientes siempre que tengas oportunidad, quiero tu aspecto de chico malo que en el fondo es un blandengue.


Por una vez, quiero sentir que cometer locuras contigo sí vale la pena. Quiero sentir que quererte es lo mejor que puedo hacer en la vida.

...Por una vez, quiero sentirme a tres metros sobre el cielo.


Sonará un extra de morbo cuando por fin te de el mordisco.




martes, 22 de noviembre de 2011

El primer día del resto de mi vida


Pienso que hay cosas que uno no puede hacer solo, discutir, subirse y sujetar una escalera a la vez, o doblar una sábana de esas de cama de matrimonio… toda mi vida he pensado que lo ideal era vivir en pareja, por muy extraña que fuera. De hecho, hay parejas que se acaban convirtiendo en tríos, parejas que se van quedando sin pareja porque no se puede evitar el miedo a no estar a la altura. Hay parejas que son imposibles por definición, por historia y por física, aunque no por química… O parejas en las que la química se ha ido gastando aunque sigan compartiendo una familia, familias donde en algún momento hubo una pareja. Parejas que fueron en algún momento y ya no son nada…
 …Y eso es lo que más miedo da en la vida, cuando la pareja se rompe, sea por lo que sea la primera sensación que se tiene es de pánico, un miedo atroz al cambio, a la pérdida de control sobre nuestras vidas, un miedo atroz a estar solo. Pero cuando se llega a esa soledad, uno se da cuenta  de que la ruptura puede llevarnos a un lugar mejor.  
El miedo es como la familia, que todo el mundo tiene una. Pero aunque se parezcan, los miedos son tan personales y diferentes como pueden serlo todas las familias del mundo. Hay miedos tan simples como el desnudarse ante un extraño, miedos con los que uno aprende a  convivir. Hay miedos hechos de inseguridades, miedo a quedarnos atrás, miedo a no ser lo que soñamos, a no dar la talla, miedo a que nadie entienda lo que somos y queremos ser.
Hay miedos que nos va dejando la conciencia, miedo a ser culpables de lo que les puede pasar a los demás. Y también hay miedo a lo que no queremos sentir, a lo que no queremos mirar, a lo desconocido, como el miedo a la muerte, a que alguien que queremos desaparezca.
Hoy he logrado entender que la felicidad es la ausencia del miedo… Entonces, me he dado cuenta de que últimamente, el miedo ya no me pertenece, ha desaparecido como toda esa ropa que un día dejamos de usar. Y esto no ocurre cuando uno decide, no! Simplemente ocurre de pronto, un día cualquiera sin más.
Nos empeñamos en buscar la felicidad cada día, y no nos damos cuenta que es ella quien tienes que encontrarnos a nosotros, y eso será donde menos te lo esperas… en el instituto, en el supermercado, en mitad de un viaje... y cuando llega, descubres que ahí no acaba todo, que el final de un camino solo conlleva al comienzo de otro, y lo único importante es la persona que eliges para que camine a tu lado. Esconderse es lo que menos te importa… lo que te importa es que estás tocando con la yema de los dedos eso que has estado soñando toda tu vida. Y ya solo importa el hoy, el presente y, lo que queda por venir.
¿Sabes? Ya sé porque te quiero. Te quiero porque haces las cosas fáciles. Porque si tuviera que elegir un sitio para vivir, sin pensarlo dos veces elegiría tu cuarto… porque metida en tu cama, el mundo es tan pequeño que parece que no puede pasar nada más. Y no me hace falta que pase nada más si estoy contigo.    

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Que no te arranquen las alas, mi ángel

 La Real Academia Española define como algo imposible aquello que no tiene facultad ni medios para llegar a ser o suceder. Y define improbable como algo inverosímil, que no se funda en una razón prudente. Puestos a escoger, yo prefiero la improbabilidad que la imposibilidad, como todo el mundo supongo. La improbabilidad duele menos, y te deja un resquicio a la esperanza, a la épica. Que David ganara a Goliat era improbable, pero sucedió; que un afroamericano habitara la casa blanca era improbable, pero sucedió; Nadal desbancando del numero uno a Féderer, una periodista convertida en princesa, el 12-1 contra Malta, el amor, las relaciones, los sentimientos…. Nada de esto se funda en una razón prudente, por eso no me gusta hablar de amores imposibles, sino de amores improbables, porque lo improbable es por definición posible, lo que es casi seguro que no pase y que, puede pasar. Y mientras haya una posibilidad, incluso media entre mil millones de que pase, vale la pena intentarlo.


domingo, 13 de noviembre de 2011

A fuego lento me haces agua


- Y aquí estamos, tu enredada a mi pelo y yo a tus ganas de sonreír. ¿Quién dijo que era fácil eso de hacerte feliz? Y mira que es de idiotas esto de enamorarse... Pero, cuando lo haces, ya nada puede detenerte. Tu corazón se acelera, tus ganas de reír aumentan, y el simple hecho de ver a aquella persona sonreír, satisface...

- ¿Qué estás diciendo?


- ¿Qué pasa? ¿Qué no te has dado cuenta? ¿O es que a caso no notas la cara que pongo cuando te enfadas? Te pones demasiado guapa... O cuando te veo aparecer; dulce, fresca, segura de ti misma... No sé, es una sensación extraña. Siento miedo. Sí, esa es la palabra. Siento miedo a perderte, a que me destroces el corazón, a que desaparezcas y me dejes hecho polvo. Y que de repente vuelvas a aparecer, y cuando crea que todo se ha solucionado, me uses como un pañuelo. Utilizarme hasta satisfacerte y luego guardarme en el bolsillo hasta que me necesites. Tengo miedo a quererte demasiado...

- No... esto no tenía que salir así. Esto no es lo que había planeado, yo...

- Lo sé, tu no pensabas que me iba a enamorar de ti. En eso te equivocabas. Es imposible que alguien no se enamore de ti. En serio lo digo. Eres joven, guapa, lista, enamorada de la vida, alegre, con ganas de reír aunque esté todo perdido... y me encanta como eres, y lo que me haces sentir. Y digas lo que digas, tú también sientes algo por mi, por muy pequeño que sea... Sé que nunca has mirado a nadie como me has mirado a mi. Sé que nadie ha durado tanto como estoy durando yo. Sé que nunca a nadie le has enseñado tantas cosas como me enseñas a mi. Y estoy harto de que sigas fingiendo que no me quieres. Toda tu vida has estado besando todas las bocas que se cruzaban por tu camino y ninguna de ellas te ha marcado. La mía, sí. Y sé que te encantaría seguir besando esta misma boca mucho tiempo. Pero sé que tú también tienes miedo a quererme, porque eso no estaba planeado.
- En eso te equivocas...

- No. En eso te equivocas tú. Así que aclárate y ven a verme cuando lo tengas claro, porque sabes que yo voy a estar ahí, para siempre...

Y allí la dejó, sola y con unas ganas increíbles de gritar lo mucho que le quiere. Pero... puede que sea verdad eso de que hay muchas cobardes en esta vida...





miércoles, 2 de noviembre de 2011

Pleasure in the form of cocoa

CHOCOLATE


Me falta vida, lo único que me cabe esperar es que llegue tu olor… LA MEZCLA PERFECTA, eso es lo que quiero yo. Espero a la más bella razón para poder morir de amor.

 
 

Me alivias, y me quedaría en el salón hasta acabarme todo tu color, hasta esnifar todo tu olor para volver a verte mañana y repetir la función… eso es lo que quiero yo!... no dejar ni rastro.
 

Tus manos son de fuego, tu cuerpo se derrite en mi cuerpo, tus ojos en el cielo… un placer con desenfreno. CHOCOLATE es lo que necesito, vuelve a quemarme. CHOCOLATE es lo que quiero, vuelve a engancharme.




...y no dejar NI RASTRO.

martes, 1 de noviembre de 2011

Como el agua del río hacia el mar.


¿A dónde fue el pasado que no volverá?, ¿a dónde fue tu risa que me hacía volar?, ¿dónde quedó la llave de nuestra ilusión?, ¿a dónde la alegría de tu corazón?...
Los días que sabíamos amar, la brisa que llegaba desde el mar, ¿dónde están… dónde están corazón? ¿A dónde fue tu cara de felicidad?, ¿dónde están los besos que supimos dar?, ¿los días que vivimos en cualquier lugar?... 
  …Se va, como todo se va.

domingo, 30 de octubre de 2011

Nothing greater than the rush that comes with your embrace

Nunca antes me había fijado en la cantidad de parejas homosexuales que se ven paseando por Venecia. Los encuentras caminado por los puentes, a la orilla de los canales, cenando en los pequeños restaurantes del casco viejo. No suele tratarse de dúos espectaculares, sino todo lo contrario: gente discreta, tranquila, a menudo con aspecto educado. Mirando a los demás aprendes cantidad de cosas, y en el caso de estas parejas siempre me encanta sorprender sus gestos comedidos de confianza o afecto, el reparto convencional de roles que suele darse entre uno y otro, la ternura contenida que a menudo sientes flotar entre ellos, en su inmovilidad, en sus silencios.

Pensaba en todo eso el otro día, a bordo del vaporetto que cubre el trayecto de San Marcos al Lido. Sobre la laguna soplaba un viento helado, los pasajeros íbamos encogidos de frío, y en un banco de la embarcación había una pareja, hombre y hombre, cuarentones, tranquilos. Se sentaban muy juntos, apoyado discretamente un hombro en el del compañero, en un intento de darse calor. Iban quietos y callados, mirando el agua verdegris y el cielo color ceniza. Y en un momento determinado, cuando el barco hizo un movimiento y la luz y la gama de grises del paisaje se combinaron de pronto con extraordinaria belleza, los ví cambiar una sonrisa rápida, fugaz, parecida a un beso o una caricia.

Parecían felices. Dos tipos con suerte, pensé. Aunque sea dentro de lo que cabe. Porque viéndolos allí, en aquella tarde glacial, a bordo del vaporetto que los llevaba a través de la laguna de esa ciudad cosmopolita, tolerante y sabia, pensé cuántas horas amargas no estarían siendo vengadas en ese momento por aquella sonrisa. Largas adoslescencias dando vueltas por los parques o los cines para descubrir el sexo, mientras otros jóvenes se enamoraban, escribían poemas o bailaban abrazados en las fiestas del Instituto. Noches de echarse a la calle soñando con un príncipe azul de la misma edad, para volver de madrugada, hechos una mierda, llenos de asco y de soledad. La imposibilidad de decirle a un hombre que tiene los ojos bonitos, o una hermosa voz, porque, en vez de dar las gracias o sonreír, lo más probable es que le parta a uno la cara. Y cuando apetece salir, conocer, hablar, enamorarse o lo que sea, en vez de un café o un bar, verse condenado de por vida a los locales de ambiente, las madrugadas entre cuerpos Danone empastillados, reinonas escandalosas y drag queens de vía estrecha. Salvo que alguno -muchos- lo tenga mal asumido y se autoconfine a la alternativa cutre de la sauna, la sala X, la revista de contactos y la sordidez del urinario público.

 A veces pienso en lo afortunado, o lo sólido, o lo entero, que debe de ser un homosexual que consigue llegar a los cuarenta sin odiar desaforadamente a esta sociedad hipócrita, obsesionada por averiguar, juzgar y condenar con quién se mete, o no se mete, en la cama. Envidio la ecuanimidad, la sangre fría, de quien puede mantenerse sereno y seguir viviendo como si tal cosa, sin rencor, a lo suyo, en vez de echarse a la calle a volarle los huevos a la gente que por activa o por pasiva ha destrozado su vida, y sigue destrozando la de los chicos de catorce o quince años que a diario, todavía hoy, siguen teniéndolo igual que él lo tuvo: las mismas angustias, los mismos chistes de maricones en la tele, el mismo desprecio alrededor, la misma soledad y la misma amargura. Envidio la lucidez y la calma de quienes, a pesar de todo, se mantienen fieles a sí mismos, sin estridencias pero también sin complejos, seres humanos por encima de todo. Gente que en tiempos como éstos, cuando todo el mundo, partidos, comunidades, grupos sociales, reivindica sus correspondientes deudas históricas, podría argumentar, con más derecho que muchos, la deuda impagada de tantos años de adolescencia perdidos, tantos golpes y vejaciones sufridas sin haber cometido jamás delito alguno, tanta rechifla y tanta afrenta grosera infligida por gentuza que, no ya en lo intelectual, sino en lo puramente humano, se encuentra a un nivel abyecto, muy por debajo del suyo. Pensaba en todo eso mientras el barquito cruzaba la laguna y la pareja se mantenía inmóvil, el uno contra el otro, hombro con hombro. Y antes de volver a lo mío y olvidarlos, me pregunté cuantos fantasmas atormentados, cuántas infelices almas errantes no habrían dado cualquier cosa, incluso la vida, por estar en su lugar. Por estar allí, en Venecia, dándose calor en aquella fría tarde de sus vidas.