lunes, 9 de abril de 2012

La vida se te escapa mientras alguien como cruel enemigo escucha tu verdad


¿Esperáis que diga algo? ¿Realmente a alguien le interesa saber cómo me siento? Igual si hablo ahora no lloráis de la alegría ni la emoción, no os alegraréis por mí, ni por cómo estoy. ¿Qué pienso? Creo que está claro, ya no me cabe duda que en esta puta vida ninguna historia, por bonita y maravillosa que sea en algún punto de su trayectoria, prescinde de final. Y lo que lamento de corazón es que este nunca sea feliz, que siempre haya alguien que padezca y sufra el límite de esa historia que un día, felizmente encarnó.

Nuevamente me reitero, no hay mejor medio de madurez como la vida misma, esta que te enseña día tras día y te pone a prueba sin fecha preestablecida, cuando menos lo esperas. Es entonces cuando nos deja en carne viva frente un suceso sin aparente solución, donde nos otorga la libertad de responder y actuar como nos venga en gana. En cierto modo, todos somos libres y dueños de los pasos que tomamos, del camino que emprendemos y vamos dejando atrás. Es entonces cuando vamos dando nuestras respuestas, cuando nos orientamos en base a nuestra experiencia vivida, a los errores y aciertos que cometimos en el pasado. Así pues, de nuestros hechos, de nuestras palabras y nuestros gestos, nadie más que uno mismo ha de hacerse responsable.

Ahora mismo, más relajada y sin amenaza alguna, veo como la vida me ha estado examinando continuamente en los últimos meses, y en parte lo agradezco, pues a pesar de la presión que algunos instantes me causaron, ahora veo como siempre fue algo positivo para mí, veo como con el tiempo crezco y me enriquezco de experiencia, y no hay cosa que me alegre más que el saber que jamás volveré a cometer errores que me marcaron, como pudiese ser el hablar de un futuro junto a ti. 

También aprendí de todo esto que ya no se puede cambiar nada, que cuando un grifo emana agua sin parar, siempre habrá una primera gota en colmar el límite del vaso,  que mis ganas ya no merecen perder su tiempo en rayadas, mucho menos en cambiar a gente incoherente, cerrada de mente y cargada de imperfecciones, en buscar a esa tal alma gemela que solo existe cuando dotamos a nuestra mente de poder crear falsas ilusiones. 

Ya no puedo sanar el pinchazo de aquella espina que me clavaron hace un tiempo, dejó de adentrarse lentamente, dejó de causarme una molestia llevadera; pasó a rematar con un golpe seco la herida. Todo tiene su fin, la espina se agotó como la tinta que usé para escribir aquellas cartas.

No me cansaré de pedir perdón, de decir un lo siento siempre que deba hacerlo, nadie mejor que yo sabe que no soy perfecta, que en mi ser abundan un sinfín de desaciertos. Pero si algo me cataloga de un poco sabia es el saber rectificar, el saber optimizarme constantemente como persona.

Yo ahora mismo creo notar un mal sentimiento, algo similar al odio que acabó por encerrarse en mi interior, algo que me fue inevitable frenar y llevó a mi cuerpo a explotar, a derrochar todas esas ganas de empezar, de sentir, de entregar más de mí.

Y no es sentir algo así lo que produce mi malestar, sino el saber que nadie lo puede calmar, que se me agotaron las pocas reservas que tenía, que se fueron de golpe y con traición, dejándome aquí sola sin apoyo y dar ni una explicación.
 ¿Por qué escribo esto? Creo que sobran las explicaciones, solo así logro desahogarme del peso que me controla, y eso que mis ojos ya no lloran, están completamente secos, inmunizados del corazón.

Aún así, conservo dudas en mente, preguntas sin resolver. Pero no tengo prisa, bien sé que algún día la vida me las hará saber… quizás sea verdad o quizás sea mentira, pero pienso, miro y analizo mi pasado y alrededores y yo ya no sé qué creer. Ahora bien, lo que ya aprendí es que el amor verdadero no existe, y cada vez me incitan más a reafirmarlo, a ser tajante en mis palabras. Es por ello que mi mayor pregunta es por qué alguna vez fui tan tonta de creer en él.
Esta vez concluí muchísimas cosas, una de ellas es que pudo haberlo, pero nada de esto tuvo un final feliz. Me despido diciendo que harta estoy de cometer actos sentidos que otros clasifican como errores, estoy aburrida de saber que ninguno de mis actos ha sido jamás intencionado, que ninguno tuvo como efecto amargar y chafar algo bueno y, en cambio, se me juzga de este modo. Todas mis conductas son premeditadas,  siempre cuentan con un conocimiento previo de sus posibles consecuencias; y es sabiendo esto cuando muchas palabras y prejuicios que a mis oídos llegaban los hago comparar con otros tantos comportamientos y detalles de los que tanto hablaban y… realmente me es inevitable no sentir lo que siento. Estoy muy harta de moverme de un lado a otro y sentir que en verdad estoy en el mismo lugar. Estoy muy cansada de la crueldad de las personas, de su egoísmo e hipocresía. Estoy aburrida de luchar día tras día para no respirar un aire tan contaminado.

Es una lástima ser tan consciente de una realidad inmutable, saber que las promesas al fin y al cabo siempre son mentiras, que el silencio te escucha, que el tiempo nos pasa factura y después nos olvida y, que una vida prevista de paraíso sea al fin una continua lucha.

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